La Moneda Metalica Argentina.









Tras el pronunciamiento de Mayo de 1810, Buenos Aires y las demás provincias del Río de la Plata iniciaron la campaña de independencia, enviando expediciones al Alto Perú, foco de resistencia realista. Los argentinos tomaron la Villa Imperial con su casa de moneda en 1810, 1813 y 1815: las dos últimas ocupaciones fueron importantes desde el punto de vista monetario, pues se cambió el tipo que se emitía hasta entonces -con el busto real y emblemas hispánicos-, por nuevas monedas que ostentaban los símbolos patrios de Unión y Libertad.
Copada la ciudad por el ejército al mando de Manuel Belgrano, y recibida esta noticia en Buenos Aires, el diputado Pedro José Agrelo planteó a la Asamblea General Constituyente un proyecto de Ley de Moneda, que se aprobó el 13 de abril de 1813 y fue comunicado de inmediato a la ceca altoperuana. Allí se abrieron los nuevos cuños; desde allí se enviaron muestras de las flamantes piezas, que el Cabildo porteño recibía tiempo después.
Estas primeras monedas de la naciente Argentina se acuciaron en oro en los valores de 8, 4, 2 y 1 escudos, y en plata en 8, 4, 2, 1 y ½ reales. Las piezas de oro son hoy de gran rareza; las acusaciones de plata, en cambio, fueron abundantes en todos los valores. Muestran en el anverso un sol radiante, con ojos, nariz, boca y treinta y dos rayos rectos y flamígeros alternados. La leyenda circular comienza con PROVINCIAS DEL RIO DE LA PLATA y continúa del otro lado con EN UNION Y LIBERTAD. En el reverso aparece un escudo nacional -entonces sello de la Asamblea-, sin sol y simple en las monedas de plata; con trofeos formados por dos cañones cruzados, dos banderas laterales y un tambor al pie en las de oro. Tienen también el monograma PTS que identifica a la ceca de Potosí. La inicial J. corresponde al ensayador José Antonio de Sierra. El canto de las monedas de plata tiene forma de hojas de laurel, mientras el de las piezas de oro es estriado oblicuo.
Estas acuñaciones se extendieron hasta fines de 1813, cuando fue preciso evacuar las tropas argentinas, luego de los reveses de Vilcapugio y Ayohuma. Recuperada la ceca por los españoles, en 1814 se reinició la labración de monedas con el busto del rey. También se dio plazo para el canje del numerario batido por los "insurgentes" rioplatenses, pero la población se mostró reacia a su entrega, previendo una nueva ocupación argentina que, en efecto, se produjo en abril de 1815; entonces, las unidades al mando de José Rondeau reconquistaron Potosí y la vieja ceca volvió a acuñar monedas patrias. En esta oportunidad se emitieron únicamente piezas de plata con el valor en reales. Luego, a mediados del mismo año, se labró una serie similar pero con el valor expresado en soles.
El cambio coincidió con la entrada en actividad de un nuevo ensayador, pues no se pudo contar con Sierra, que había actuado en 1813. Por esta circunstancia los reales de 1815 muestran la inicial F. que corresponde a Francisco José de Matos; en los soles del mismo año, la F. aparece acompañada de una L. por Leandro Ozio. Ambos ensayadores eran improvisados y por ello las monedas de 1815 son de menor calidad de fino que la establecida en las ordenanzas.
Tampoco pudieron hallar los patriotas a calificados grabadores y callistas, pues los que había huyeron con las tropas del rey y se debió improvisar la oficina de la talla con personal subalterno. En tal sentido, se notan errores en las piezas de 8 reales, conociéndose un ejemplar con PRORVINCIAS y otro con PROVICIAS.
Las monedas de 1815 son más abundantes que las de 1813. Su labración cesó con la derrota de Rondeau en Sipe-Sipe y la evacuación de Potosí, que cayó en poder de los realistas, y diez arios más tarde se convertía en una ciudad de la nueva República de Bolivia.
Al perderse la ceca de Potosí y las provincias del Alto Perú, se produjo en todo el Norte argentino una notable escasez de numerario. Desaparecieron del mercado las monedas con el busto del rey, quedando las antiguas macuquinas, posteriormente falsificadas en gran escala. Debe señalarse que, habiendo sido batidas por última vez en Potosí en 1773, estas monedas cortadas aún circulaban: sólo pudieron ser erradicadas en la segunda mitad del siglo pasado.
En la época de la Independencia, estas macuquinas eran a su vez fundidas en talleres clandestinos, agregándoseles una fuerte cantidad de cobre, y volvían a ser reacuñadas, imitando su estilo en la mejor manera posible. Nuevas macuquinas de baja ley y peso inferior al legal comenzaron a inundar Salta y las provincias vecinas, motivando la queja de los gobernadores, que se acusaban mutuamente de tolerancia con los falsificadores.
En Tucumán, Bernabé Aráoz señalaba que había visto con horror la invasión de monedas falsas, asegurando que ese cuño no salía de su provincia porque, en caso contrario, él habría tomado severas medidas para reprimir "el atentado más enorme que se conoce". Quejas similares se expresaban en Santiago del Estero, Córdoba y La Rioja, mientras que Martín Güemes, en Salta, daba cuenta al Congreso General Constituyente de, la aparición de monedas ilegítimas de baja ley. Sin embargo, la falsificación se había extendido a todo el Norte argentino, por la facilidad de la fabricación de moneda macuquina y la creciente demanda de los comerciantes para sus intercambios y transacciones.
Si el gobernador de Tucumán liberaba de culpas a sus comprovincianos, el mismo coronel Güemes lo desmentía cuando, con motivo del arresto del falsificador Miguel Romero, de profesión platero, éste declaraba haber visto en Tucumán sellar monedas en casa de Sebastián Corro, y que él mismo lo había hecho allí. Poco tiempo después fue apresado Corro, en plena tarea de falsificación.
Para dar a este problema un corte definitivo, Güemes dispuso recoger en Salta toda la moneda falsa y, previa aplicación de una contramarca, volverla a la circulación con curso obligatorio y forzoso. Esta medida fue desautorizada, y el propio Belgrano, en carta al caudillo salteño, la censura: como siempre se alegaba que la moneda falsa provenía de Salta, "si antes han dicho los inicuos que V. tenía parte en eso, ahora van a decir que va a asegurarse con la marca..."
La contramarca aplicada por Güemes -un monograma rodeado de laureles que formaba la palabra PATRIA- se estampó en todas las piezas falsas entregadas a las autoridades. La reacción oficial fue severísima: obligó al gobernador a retirar estas monedas de la circulación, lo que se hizo efectivo por bando del 24 de mayo de 1818. Las monedas reselladas por Güemes son muy raras; el grueso de la contramarca se aplicó sobre piezas de 2 reales, pero se conocen también algunos ejemplares de 4 reales y uno de ocho.
Peso patriota de plata de 8 reales acuñado en 1813.
Series de monedas de plata de 8-4-2-1 y 1/2 soles.
Monedas salteñas que ostentan la contramarca "PATRIA", mandada colocar por Guemes para darles curso forzoso.
Peso de ocho reales de plata baja, imitación macuquino, circulante en el Norte argentino en la época de la Independencia.
Moneda tucumana de 2 reales acuñada durante el gobierno de Bernabé Aráoz.











Como consecuencia directa de la invasión de macuquinas falsas, el Gobernador Aráoz decidió, en 1820, fundar un Banco de Rescate y Amonedación, uno de cuyos fines era emitir moneda propia, lo que coincidía, además, con la decisión de independizar la provincia bajo el nombre de República de Tucumán.
Las acuñaciones comenzaron hacia Julio de 1820, con la cooperación del tallista potosino Pedro Benavídez, quien abrió los cuños para las nuevas piezas, y el fundidor José Rubira. La primera partida no excedió de los 500 marcos de plata en piezas de a 2 reales, que ostentaban el tipo de la macuquina de Potosí, aunque con diferencias notables en los castillos y leones, mucho más esmerados.
La revolución del 28 de Agosto de 1821 terminó con la República de Tucumán, y si bien las emisiones continuaron algún tiempo más a cargo de Luis Basail, el Banco fue disuelto. Las monedas tucumanas circulantes eran en su mayoría de baja ley, con destacada proporción de cobre o estaño que, en muchas, llegaba al cincuenta por ciento.
Aráoz vuelve al poder en Marzo de 1822, y dicta varias medidas para solucionar el abuso, imponiendo penas de destierro a los falsificadores v curso forzoso a toda macuquina, va fuera federal auténtica o falsificada. Pero más tarde se limita la circulación solamente a piezas de buena ley, prohibiéndose las que a simple vista aparentasen ser de cobre o estaño. En 1823 la moneda federal se había depreciado en un cien por ciento, situación que se reconoció oficialmente al año siguiente cuando el nuevo gobernador, Javier López, decretó su retiro de la circulación.
Todas las macuquinas tucumanas llevan fechas anómalas. Las más abundantes son las que muestran los números 752; otros ejemplares más escasos ostentan 577, 257 y 758. Al parecer, sólo fueron acuñadas en el valor de 2 reales.
Por su parte, Santiago del Estero -que también sufría la circulación de macuquinas falsas- resolvió en 1823, durante el gobierno de Juan Felipe Ibarra, establecer un cuño provincias. Si las monedas falsas más abundantes eran las pesetas tucumanas, en Santiago se pretendía batir plata de buena ley, pues el gobierno entendía que la mala moneda había perturbado gravemente todas las relaciones comerciales.
La acuñación santiagueña se inició así, en medio de grandes perspectivas, con un primer aporte de plata proveniente del extinguido Convento de la Merced. Aunque todas las piezas llevaban la fecha de 1823, se sabe que las labraciones continuaron en los dos años ulteriores, por lo menos, aunque existen indicios de que, en pequeñas partidas, se siguió troquelando hasta 1827. No obstante, la rareza de estas monedas parece indicar que la emisión santiagueña fue exigua, y aunque se deseaba acuñar reales y medios reales de plata buena, en verdad las piezas contenían sólo un veinte o treinta por ciento, a lo sumo, de plata fina, afectando así un subido color plomizo.
Tampoco se libraron los santiagueños de las falsificaciones: el francés Michel Sauvage, que la intentó en 1825, fue detenido al encontrárselo en plena tarea; el gobernador lo condenó a la pena de azotes en la plaza pública.
Aunque las emisiones santiagueñas eran admitidas con reservas por su baja ley, al parecer no fueron retiradas de la circulación, lo que se demuestra por el excesivo desgaste de la mayoría de los ejemplares.
En 1836, durante el segundo gobierno de Ibarra, se insistió en la conveniencia de una nueva emisión. Esta vez sólo se batieron monedas de 1 real, que fueron retiradas -junto con las acuñaciones febles (moneda falta de peso o ley) anteriores- sólo en 1846.
Las monedas santiagueñas muestran en su anverso un sol dentro de una guirnalda de laurel, y en el reverso dos flechas en sotuer; a la izquierda S y a la derecha E, la fecha debajo y el valor arriba.
Las de 1836 presentan una variación en el anverso: un gorro sostenido por una pica dentro de una guirnalda de laurel abierta en la parte superior; en lo alto, un sol radiante.
Diferentes tipos de pesetas tucumanas con fecha anómalas
Tostón de 4 reales atribuido a la ceca de Mendoza de fecha 1823 y forma casi circular.
Moneda de 2 reales de 1823 atribuido a la casa de Moneda de Mendoza.